El
árbol refleja la cruz a la que se abraza la VC con esperanza (color verde) y
‘amando hasta el martirio’. Se trata de un árbol de café, muy propio de la
mayoría de los países del Continente, cuyos tres colores (rojo de los frutos,
verde de las hojas, blanco de las flores) evocan la vivencia de los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, que caracteriza como tales a
las/os consagradas/os. Éstos, y los demás colores y tonos, expresan la
policromía, la diversidad y la multiplicidad de los carismas de la VC,
auténticos dones del Espíritu Santo.
Esta
misma trilogía, que evoca también las virtudes teologales de la fe, la
esperanza y la caridad, se expresa en las tres cuádruples líneas de la base,
para indicar: las raíces del árbol, los caminos del peregrino y las rutas del
navegante. Además, con el color azul se identifican las fuentes de la vida, las
aguas que ligan a la creación y al cosmos, y el sentido mariano de la vocación
consagrada.
Las
semillas esparcidas, que indican el camino que rodea a los ríos, resaltan el
carácter germinal y germinante de la minoridad, tan importante hoy en la
VC.
Estos
símbolos están coronados e integrados por las tres frases del icono de Betania
que la CLAR ha integrado en su hermenéutica y en el lema del Congreso como un
llamado a una vida nueva, pascual, para la que es necesaria la colaboración de
la comunidad y la voluntad de caminar con libertad. Su forma es circular, para
referirse a la Trinidad, fuente y modelo de la vida en comunidad, y a la
Iglesia, Madre y Maestra de los discípulos misioneros consagradas/os.
A
partir de este marco se anuncia el Congreso, ligado al Año de la Vida
Consagrada y a la vida que las/os Consagradas/os escuchan donde ella
clama.
La
propuesta surgió en el Secretariado General de la CLAR y su logro artístico se
debe a la diseñadora Liliana Martínez Peña, de México