viernes, 27 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
La Manzanita
Había una vez una manzana que era feliz. Creía que su mundo era el árbol que la sostenía y donde día a día iba descubriendo cómo iba madurando. Pero un buen día vino a ella un animalito del bosque y se rió de ella diciéndole:
_ Ja, ja, te crees la manzana más bella del mundo ¡sábete que no! Lo más bello del mundo son las estrellas que tienen luz y pueden brillar ya que hay muchos que huyen de sí mismos; se tienen miedo, se teme a veces a lo desconocido,… ¿Qué no has mirado al cielo?
La manzana se quedó despierta toda esa noche para comprobar lo que le había dicho aquel ingrato animal del bosque; que había podido robarle su paz y su seguridad.
Esa noche pudo contemplar las estrellas…y se dijo a sí misma:
_ Si yo pudiera tener mi propia estrella… ¡qué feliz sería!
Y desde ese día se dedicó a preguntar a cuantos pasaban por su lado:
_ Oye, buena abeja, tú conoces más el mundo porque andas de aquí para allá buscando tu miel. Dime ¿cómo puedo conseguir una estrella para mí?
La abeja le contestó:
_ ¡Ay manzanita! No sé cómo podrías hacerle…a lo mejor si recortas un sello en forma de estrella y te lo pegas…podrías tener una estrella…
Y la abeja, volando se fue.
Nuestra amiga, la manzana, se quedó sola otra vez sumergida en sus pensamientos…
_ quisiera tener una estrella, mi estrella que brillara para mí…
Al día siguiente pasó por una de las ramas una ardilla juguetona y le gritó:
_ ¡Ardilla! ¡Ardilla!
La ardilla se detuvo y preguntó:
_ ¿Quién me llama?
_ Yo, aquí en esta otra rama.
_ ¿Qué quieres? – preguntó la ardilla.
_ ¿Sabes cómo puedo alcanzar el cielo para tener una estrella?
_ A lo mejor si pegas de brincos como yo, pero no, realmente no sé cómo puedas alcanzar una estrella… a lo mejor…sólo imaginando que la tienes. Dijo la ardilla.
La manzanita estaba cada día más desolada porque no encontraba la forma de tener una estrella.
Un día pasó un hombre, la manzana ni tarda ni perezosa le preguntó:
_ Buen hombre, tú que has plantado mi árbol, que me conoces desde que nací, dime: ¿Cómo puedo tener una estrella? ¿Sabes? Es que cada día que las contemplo me enamoro más de ellas, vivo triste porque no tengo una estrella. ¡Anda, dime tú que eres sabio!
_ Manzanita, manzanita… repitió el hombre muy despacio, ¿nadie te ha dicho que dentro de ti hay una estrella?
Pero el buen hombre se iba alejando y su voz se escuchaba como un susurro:
_ Busca dentro de ti. Sólo cuando seas capaz de partirte y repartirte, encontrarás lo que andas buscando. Sólo en el fondo de ti misma, encontrarás tu estrella…
_ Ja, ja, te crees la manzana más bella del mundo ¡sábete que no! Lo más bello del mundo son las estrellas que tienen luz y pueden brillar ya que hay muchos que huyen de sí mismos; se tienen miedo, se teme a veces a lo desconocido,… ¿Qué no has mirado al cielo?
La manzana se quedó despierta toda esa noche para comprobar lo que le había dicho aquel ingrato animal del bosque; que había podido robarle su paz y su seguridad.
Esa noche pudo contemplar las estrellas…y se dijo a sí misma:
_ Si yo pudiera tener mi propia estrella… ¡qué feliz sería!
Y desde ese día se dedicó a preguntar a cuantos pasaban por su lado:
_ Oye, buena abeja, tú conoces más el mundo porque andas de aquí para allá buscando tu miel. Dime ¿cómo puedo conseguir una estrella para mí?
La abeja le contestó:
_ ¡Ay manzanita! No sé cómo podrías hacerle…a lo mejor si recortas un sello en forma de estrella y te lo pegas…podrías tener una estrella…
Y la abeja, volando se fue.
Nuestra amiga, la manzana, se quedó sola otra vez sumergida en sus pensamientos…
_ quisiera tener una estrella, mi estrella que brillara para mí…
Al día siguiente pasó por una de las ramas una ardilla juguetona y le gritó:
_ ¡Ardilla! ¡Ardilla!
La ardilla se detuvo y preguntó:
_ ¿Quién me llama?
_ Yo, aquí en esta otra rama.
_ ¿Qué quieres? – preguntó la ardilla.
_ ¿Sabes cómo puedo alcanzar el cielo para tener una estrella?
_ A lo mejor si pegas de brincos como yo, pero no, realmente no sé cómo puedas alcanzar una estrella… a lo mejor…sólo imaginando que la tienes. Dijo la ardilla.
La manzanita estaba cada día más desolada porque no encontraba la forma de tener una estrella.
Un día pasó un hombre, la manzana ni tarda ni perezosa le preguntó:
_ Buen hombre, tú que has plantado mi árbol, que me conoces desde que nací, dime: ¿Cómo puedo tener una estrella? ¿Sabes? Es que cada día que las contemplo me enamoro más de ellas, vivo triste porque no tengo una estrella. ¡Anda, dime tú que eres sabio!
_ Manzanita, manzanita… repitió el hombre muy despacio, ¿nadie te ha dicho que dentro de ti hay una estrella?
Pero el buen hombre se iba alejando y su voz se escuchaba como un susurro:
_ Busca dentro de ti. Sólo cuando seas capaz de partirte y repartirte, encontrarás lo que andas buscando. Sólo en el fondo de ti misma, encontrarás tu estrella…
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